estatus de ciudadanos, que eran los que gozaban de los derechos cívicos y políticos, estando excluidos los extranjeros o metecos, las mujeres y los esclavos. La enseñanza impartida personalmente por un ayo o un amante -en el caso de los jóvenes- ya no responde a la nueva situación y, aunque esta enseñanza individual se mantuvo durante bastante tiempo, acabó convirtiéndose en algo minoritario.
Tenemos noticias de la existencia de escuelas en los primeros años
del siglo V a. C.
La referencia más antigua nos llega a través de Heródoto, el
cual nos cuenta que en la ciudad de Quío (isla de Quío), poco antes de la
batalla de Lade (496 a. C.), en el inicio de la Guerras Médicas, se produjeron
una serie de catástrofes que sus habitantes interpretaron como un aviso de los
dioses de las desventuras que habrían de sucederles después. Una de estas
desgracias fue el derrumbamiento del techo de una casa en la que había una
escuela a la que asistían 120 niños y solamente se salvó uno[1].
Pausanias, al referirse a las estatuas que había en Olimpia,
dedicadas a los ganadores de los Juegos, hace mención a la de Cleomedes de
Astipalea, boxeador que había vencido en los juegos olímpicos del 492 a. C., y
nos cuenta que le fue denegada la victoria por haber matado a su adversario;
eso le volvió loco y, de regreso a su ciudad, derribó una de las columnas que
sostenían el techo de una escuela en la que había unos 60 niños, cayendo este sobre
ellos y aplastándolos[2].
Plutarco
relata que en vísperas de la épica batalla de Salamina (480 a. de C), en la que
los griegos, dirigidos por Temístocles, se enfrentaron a los persas, dirigidos
por Jerjes, los atenienses buscaron refugio para sus familias en la ciudad de
Trecena, en la zona del Peloponeso, donde fueron recibidas con gran cordialidad
y decretaron que se les mantuviera a expensas públicas, dándoles una cantidad
de dinero, y que se les pagaran los honorarios a los maestros para que
atendieran a los niños.[3]
Tres referencias en tres lugares muy distantes entre sí –Quío,
Astipalea y Trecena- y que, además, no son el objeto directo de la narración
histórica en la que están enmarcadas, sino que aparecen circunstancialmente en
el relato como elementos habituales de la época. Esto nos lleva a pensar que la
existencia de escuelas era algo generalizado en todas las ciudades-estado y,
por tanto, dadas las fechas en las que se sitúan, y el elevado número de
alumnos que escolarizaban, podemos asegurar que la implantación escolar data,
al menos, del último tercio del siglo VI a.C. La tragedia convirtió a estas
tres en las primeras conocidas.
ÁNGEL I. JIMÉNEZ DE LA CRUZ
[1] HERÓDOTO: Historia VI, 27,2.
[2] PAUSANIAS: Descripción de Grecia, Libro VI.
Olimpia. Las estatuas de los atletas. IX, 6, 7, 8.
[3] PLUTARCO: Vidas paralelas. Temístocles, X.
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